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Rebelde, Pobre, Rey
Morgan Rice


De Coronas y Gloria #4
Morgan Rice ha concebido lo que promete ser otra brillante serie, que nos sumerge en una fantasía de valor, honor, coraje, magia y fe en el destino. Morgan ha conseguido de nuevo producir un fuerte conjunto de personajes que hará que los aclamemos a cada página…Recomendado para la biblioteca habitual de todos los lectores a los que les gusta la fantasía bien escrita. Books and Movie Reviews, Roberto Mattos (sobre el Despertar de los dragones) REBELDE, POBRE, REY es el libro#4 de la serie de fantasía épica DE CORONAS Y GLORIA de la autora #1 en ventas Morgan Rice, que empieza con ESCLAVA, GUERRERA, REINA (Libro#1) Ceres, de 17 años, una bella chica pobre de la ciudad del Imperio de Delos, despierta y descubre que ha sido encarcelada. Su ejército destruido, su gente capturada, la rebelión sofocada, de algún modo debe recomponer las piezas tras ser traicionada. ¿Puede volverse a levantar su pueblo?Thanos parte hacia la Isla de los Prisioneros, pensando que Ceres está viva, y se encuentra atrapado en su propia trampa. Durante su peligroso viaje le atormenta la idea de que Estefanía esté sola, con su hijo, y se siente roto por el camino que está tomando su vida. Pero si lucha por regresar a Delos, en busca de sus dos amores, se encuentra con una traición tan grande, que puede que su vida no vuelva a ser la misma. Estefanía, una mujer despreciada, no se queda sin hacer nada. Dirige toda la fuerza de su furia hacia los que más ama -y su perfidia, la más peligrosa de todas, puede que sea lo que haga caer al reino para siempre. REBELDE, POBRE, REY cuenta la historia épica del amor trágico, de la venganza, de la traición, de la ambición y destino. Llena de personajes inolvidables y acción vibrante, nos transporta a un mundo que nunca olvidaremos, y hace que nos enamoremos de nuevo de la fantasía. Una novela de fantasía llena de acción que seguro satisfará a los fans de las anteriores novelas de Morgan Rice, además de a los fans de obras como EL CICLO DEL LEGADO de Christopher Paolini… Los fans de la Ficción para Jóvenes Adultos devorarán la obra más reciente de Rice y pedirán más. The Wanderer, A Literary Journal (sobre El despertar de los dragones) ¡Pronto se publicará el libro#5 de DE CORONAS Y GLORIA!







REBELDE, POBRE, REY



(DE CORONAS Y GLORIA-LIBRO 4)



MORGAN RICE


Morgan Rice



Morgan Rice tiene el #1 en Г©xito de ventas como el autor mГЎs exitoso de USA Today con la serie de fantasГ­a Г©pica EL ANILLO DEL HECHICERO, compuesta de diecisiete libros; de la serie #1 en ventas EL DIARIO DEL VAMPIRO, compuesta de doce libros; de la serie #1 en ventas LA TRILOGГЌA DE SUPERVIVENCIA, novela de suspense post-apocalГ­ptica compuesta de tres libros; de la serie de fantasГ­a Г©pica REYES Y HECHICEROS, compuesta de seis libros; y de la nueva serie de fantasГ­a Г©pica DE CORONAS Y GLORIA. Los libros de Morgan estГЎn disponibles en audio y ediciones impresas y las traducciones estГЎn disponibles en mГЎs de 25 idiomas.

A Morgan le encanta escucharte, asГ­ que, por favor, visita www.morganrice.books (http://www.morganrice.books/) para unirte a la lista de correo, recibir un libro gratuito, recibir regalos, descargar la app gratuita, conocer las Гєltimas noticias, conectarte con Facebook o Twitter ВЎy seguirla de cerca!


Algunas opiniones sobre Morgan Rice



“Si pensaba que no quedaba una razón para vivir tras el final de la serie EL ANILLO DEL HECHICERO, se equivocaba. En EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES Morgan Rice consigue lo que promete ser otra magnífica serie, que nos sumerge en una fantasía de trols y dragones, de valentía, honor, coraje, magia y fe en el destino. Morgan de nuevo ha conseguido producir un conjunto de personajes que nos gustarán más a cada página… Recomendado para la biblioteca habitual de todos los lectores que disfrutan de una novela de fantasía bien escrita”.

--Books and Movie Reviews

Roberto Mattos



“Una novela de fantasía llena de acción que seguro satisfará a los fans de las anteriores novelas de Morgan Rice, además de a los fans de obras como EL CICLO DEL LEGADO de Christopher Paolini… Los fans de la Ficción para Jóvenes Adultos devorarán la obra más reciente de Rice y pedirán más”.

--The Wanderer, A Literary Journal (sobre El despertar de los dragones)



“Una animada fantasía que entrelaza elementos de misterio e intriga en su trama. La senda de los héroes trata sobre la forja del valor y la realización de un propósito en la vida que lleva al crecimiento, a la madurez, a la excelencia… Para aquellos que buscan aventuras fantásticas sustanciosas, los protagonistas, las estrategias y la acción proporcionan un fuerte conjunto de encuentros que se centran en la evolución de Thor desde que era un niño soñador hasta convertirse en un joven adulto que se enfrenta a probabilidades de supervivencia imposibles… Solo el comienzo de lo que promete ser una serie épica para jóvenes adultos”.

--Midwest Book Review (D. Donovan, eBook Reviewer)



”EL ANILLO DEL HECHICERO tiene todos los ingredientes para ser un éxito inmediato: conspiraciones, tramas, misterio, caballeros valientes e incipientes relaciones repletas de corazones rotos, engaño y traición. Lo entretendrá durante horas y satisfará a personas de todas las edades. Recomendado para la biblioteca habitual de todos los lectores del género fantástico”.

-Books and Movie Reviews, Roberto Mattos

“En este primer libro lleno de acción de la serie de fantasía épica El anillo del hechicero (que actualmente cuenta con 14 libros), Rice presenta a los lectores al joven de 14 años Thorgrin “Thor” McLeod, cuyo sueño es alistarse en la Legión de los Plateados, los caballeros de élite que sirven al rey… La escritura de Rice es de buena calidad y el argumento intrigante”.

--Publishers Weekly


Libros de Morgan Rice



EL CAMINO DE ACERO

SOLO LOS DIGNOS (Libro #1)



DE CORONAS Y GLORIA

ESCLAVA, GUERRERA, REINA (Libro #1)

CANALLA, PRISIONERA, PRINCESA (Libro#2)

ESCLAVA, GUERRERA, REINA (Libro#3)

REBELDE, POBRE, REY (Libro#4)

SOLDADO, HERMANO, HECHICERO (Libro#5)



REYES Y HECHICEROS

EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES (Libro #1)

EL DESPERTAR DEL VALIENTE(Libro #2)

EL PESO DEL HONOR (Libro #3)

UNA FORJA DE VALOR (Libro #4)

UN REINO DE SOMBRAS (Libro#5)

LA NOCHE DE LOS VALIENTES (Libro#6)



EL ANILLO DEL HECHICERO

LA SENDA DE LOS HÉROES (Libro #1)

UNA MARCHA DE REYES (Libro #2)

UN DESTINO DE DRAGONES(Libro #3)

UN GRITO DE HONOR (Libro #4)

UN VOTO DE GLORIA (Libro #5)

UNA POSICIГ“N DE VALOR (Libro #6)

UN RITO DE ESPADAS (Libro #7)

UNA CONCESIГ“N DE ARMAS (Libro #8)

UN CIELO DE HECHIZOS (Libro #9)

UN MAR DE ARMADURAS (Libro #10)

UN REINO DE ACERO (Libro #11)

UNA TIERRA DE FUEGO (Libro #12)

UN MANDATO DE REINAS (Libro #13)

UNA PROMESA DE HERMANOS (Libro #14)

UN SUEГ‘O DE MORTALES (Libro #15)

UNA JUSTA DE CABALLEROS (Libro #16)

EL DON DE LA BATALLA (Libro #17)



LA TRILOGГЌA DE SUPERVIVENCIA

ARENA UNO: TRATANTES DE ESCLAVOS (Libro #1)

ARENA DOS (Libro #2)

ARENA TRES (Libro #3)



VAMPIRA, CAГЌDA

ANTES DEL AMANECER (Libro #1)



EL DIARIO DEL VAMPIRO

TRANSFORMACIГ“N (Libro #1)

AMORES (Libro #2)

TRAICIONADA(Libro #3)

DESTINADA (Libro #4)

DESEADA (Libro #5)

COMPROMETIDA (Libro #6)

JURADA (Libro #7)

ENCONTRADA (Libro #8)

RESUCITADA (Libro #9)

ANSIADA (Libro #10)

CONDENADA (Libro #11)

OBSESIONADA (Libro #12)













ВЎEscucha la serie EL ANILLO DEL HECHICERO en su versiГіn audiolibro!


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Derechos Reservados В© 2016 por Morgan Rice. Todos los derechos reservados. A excepciГіn de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de EE.UU. de 1976, ninguna parte de esta publicaciГіn puede ser reproducida, distribuida o transmitida en forma o medio alguno ni almacenada en una base de datos o sistema de recuperaciГіn de informaciГіn, sin la autorizaciГіn previa de la autora. Este libro electrГіnico estГЎ disponible solamente para su disfrute personal. Este libro electrГіnico no puede ser revendido ni regalado a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, tiene que adquirir un ejemplar adicional para cada uno. Si estГЎ leyendo este libro y no lo ha comprado, o no lo comprГі solamente para su uso, por favor devuГ©lvalo y adquiera su propio ejemplar. Gracias por respetar el arduo trabajo de esta escritora. Esta es una obra de ficciГіn. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes, son producto de la imaginaciГіn de la autora o se utilizan de manera ficticia. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es totalmente una coincidencia. Imagen de la cubierta Derechos reservados Ivan Bliznetsov, utilizada bajo licencia de istock.com.


ГЌNDICE



CAPГЌTULO UNO (#uac3ff340-b37a-5f7e-aa7d-58b50113f644)

CAPГЌTULO DOS (#u201d0c1e-ecee-511d-9bf3-86d24bc292af)

CAPГЌTULO TRES (#uc7beb88a-f463-5ff5-9f8f-3173651c4d48)

CAPГЌTULO CUATRO (#u18495349-37cf-5e8d-9a9c-ea8fac5861d0)

CAPГЌTULO CINCO (#u192b6a40-b867-5375-be71-4053d783441f)

CAPГЌTULO SEIS (#udf8f909a-ec3d-5d3b-9ad8-d9a8f59e21d4)

CAPГЌTULO SIETE (#u1ab9490e-b9da-508e-a0b3-f6b2c59346f7)

CAPГЌTULO OCHO (#u93d0efce-d52a-5df3-ae08-dd194a410753)

CAPГЌTULO NUEVE (#u2bb151fe-cdc2-5cf4-9e72-f5959eef6450)

CAPГЌTULO DIEZ (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO ONCE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO DOCE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TRECE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO CATORCE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO QUINCE (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO DIECISÉIS (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO DIECISIETE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO DIECIOCHO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO DIECINUEVE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTIUNO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTIDГ“S (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO VEINTITRÉS (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTICUATRO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTICINCO (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO VEINTISÉIS (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTISIETE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTIOCHO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTINUEVE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TREINTA (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TREINTA Y UNO (#litres_trial_promo)




CAPГЌTULO UNO


Thanos sentГ­a un dolor en el estГіmago mientras su barco se balanceaba a travГ©s del mar y la corriente lo alejaba cada vez mГЎs de su hogar. HacГ­a dГ­as que no divisaban tierra. Estaba en la proa de la barca, observando el agua, aguardando el momento en el que finalmente divisaran algo. Solo se contenГ­a de ordenar al capitГЎn que diera media vuelta al barco al pensar en lo que podrГ­a haber mГЎs adelante, en quiГ©n podrГ­a haber mГЎs adelante.

Ceres.

Estaba allГ­, en algГєn lugar, y Г©l la encontrarГ­a.

“¿Está seguro de eso?” preguntó el capitán, acercándose a su lado. “No conozco a nadie que quiera ir de viaje a la Isla de los Prisioneros”.

ВїQuГ© podГ­a decir Thanos al respecto? ВїQue no lo sabГ­a? ВїQue se sentГ­a un poco como la barca, empujada hacia delante por los remos aunque el viento intentaba empujarla hacia atrГЎs?

Pero la necesidad de encontrar a Ceres superaba todo lo demГЎs. DirigГ­a a Thanos, llenГЎndolo de emociГіn ante la posibilidad de encontrarla. HabГ­a estado seguro de que habГ­a desaparecido, de que nunca la volverГ­a a ver. Cuando escuchГі que podrГ­a estar viva, el alivio lo abrumГі, le hizo sentir que podГ­a desplomarse.

Pero no podГ­a negar que los pensamientos sobre EstefanГ­a tambiГ©n estaban allГ­ y lo hacГ­an mirar hacia atrГЎs e incluso, por un instante fugaz, pensar en volver. Al fin y al cabo, era su esposa y Г©l la habГ­a abandonado. Estaba embarazada de su hijo y Г©l se habГ­a marchado. La habГ­a dejado allГ­ en el muelle. ВїQuГ© clase de hombre hacГ­a eso?

“Intentó matarme”, recordó Thanos.

“¿Cómo?” preguntó el capitán, y Thanos se dio cuenta de que lo había dicho en voz alta.

“Nada”, dijo Thanos. Suspiró. “La verdad es que no lo sé. Estoy buscando a alguien, y la Isla de los Prisioneros es el único lugar al que podría haber ido”.

SabГ­a que el barco de Ceres se habГ­a hundido de camino a la isla. Si habГ­a sobrevivido, entonces tenГ­a sentido que hubiera ido hasta allГ­, Вїverdad? Aquello tambiГ©n explicaba por quГ© Thanos no la habГ­a visto desde entonces. Si hubiera podido volver hacia Г©l, Thanos pensaba que lo habrГ­a hecho.

“Parece un peligro excesivamente grande que correr para no saberlo”, dijo el capitán.

“Ella lo merece”, le aseguró Thanos.

“Debe ser algo especial para ser mejor que Lady Estefanía”, dijo el contrabandista con una mirada maliciosa, que hizo que Thanos deseara darle un puñetazo.

“Está hablando de mi esposa”, dijo Thanos, e incluso él reconoció el evidente problema que había con ello. No podía defenderla cuando él había sido el que la había dejado atrás, y cuando ella había sido la que había ordenado su muerte. Probablemente merecía todo lo que cualquiera dijera sobre ella.

Ahora, deseaba convencerse de ello. Si sus pensamientos sobre Ceres no continuaran siendo interrumpidos por pensamientos sobre Estefanía, cómo había estado con él en los festines del castillo, cómo había sido en los momentos de tranquilidad, el aspecto que tenía la mañana después de la noche de bodas…

“¿Está seguro de que puede llevarme a la Isla de los Prisioneros de manera segura?” preguntó Thanos. Nunca había estado allí, pero se suponía que la isla entera era como una fortaleza bien protegida, inexorable para aquellos a los que llevaban allí.

“Oh, es muy fácil”, afirmó el capitán. “Pasamos por allí a veces. Los guardias venden algunos de los prisioneros que han explotado como esclavos. Los atan con cuerdas a palos en la orilla para que los veamos al acercarnos”.

Thanos habГ­a decidido hacГ­a tiempo que odiaba a aquel hombre. Pero lo escondГ­a, pues el contrabandista era en aquel momento la Гєnica oportunidad que tenГ­a de llegar a la isla y encontrar a Ceres.

“Encontrarme con los guardias no es exactamente lo que quiero”, puntualizó.

El otro hombre encogió los hombros. “Es muy sencillo. Nos acercamos, lo dejamos allí con una barca pequeña y sigue como si fuera una visita normal. Entonces nosotros lo esperaremos cerca de la costa. No mucho tiempo, recuerde. Si esperamos demasiado, podrían pensar que estamos haciendo algo sospechoso”.

Thanos no tenГ­a ninguna duda de que el contrabandista lo abandonarГ­a si presentara alguna amenaza para su barco. Solo lo habГ­a llevado hasta allГ­ la perspectiva de ganar dinero. Un hombre como aquel no comprenderГ­a el amor. Para Г©l, probablemente era algo que alquilabas en los muelles por horas. Pero habГ­a llevado a Thanos hasta allГ­. Aquello era lo que importaba.

“Piense que aunque encuentre a aquella mujer en la Isla de los Prisioneros”, dijo el capitán, “puede que no sea como usted la recuerda”.

“Ceres siempre será Ceres”, insistió Thanos.

Escuchó cómo el otro hombre resoplaba. “Es muy fácil decirlo, pero usted no sabe las cosas que hacen allí. Algunos de los que nos venden como esclavos, apenas son capaces de hacer algo por ellos mismos a no ser que se lo digamos”.

“Y estoy seguro de que eso le encanta” respondió bruscamente Thanos.

“No le gusto mucho, ¿verdad?” preguntó el capitán.

Thanos ignoró la pregunta, mirando fijamente al mar. Ambos conocían la respuesta y, en aquel momento, tenía cosas mejores en las que pensar. Tenía que encontrar un modo de encontrar a Ceres, costara lo que…

“¿Aquello es tierra?” preguntó, señalando con el dedo.

Al principio, no era mГЎs que un punto en el horizonte, pero incluso asГ­, parecГ­a desalentador, rodeado de nubes y con olas agitadas. Al acercarse mГЎs, Thanos tenГ­a la sensaciГіn de que un terror amenazante crecГ­a en su interior.

La isla se levantaba como una serie de picos de granito gris como los dientes de una gran bestia. En el punto mГЎs alto de la isla estaba situado un bastiГіn, por encima de Г©l, ardГ­a constantemente un faro, como si quisiera advertir a todos los que pudieran venir allГ­. Thanos veГ­a ГЎrboles a un lado de la isla, pero en su mayorГ­a parecГ­a estar vacГ­a.

Al acercarse todavГ­a mГЎs, vio unas ventanas que parecГ­an estar talladas directamente en la piedra de la isla, como si hubieran ahuecado toda la isla para hacer la prisiГіn mГЎs grande. TambiГ©n vio playas de pizarra, con unos huesos blancos desteГ±idos sobresaliendo de ellas. Thanos escuchГі chillidos, y se quedГі pГЎlido al ver que no podГ­a distinguir si eran aves marinas o personas.

Thanos deslizГі su pequeГ±a barca por la pizarra de la playa, e hizo un gesto de repulsiГіn al ver esposas dispuestas allГ­ bajo la lГ­nea de la marea. Su imaginaciГіn inmediatamente le dijo para quГ© eran: torturar y ejecutar a los prisioneros usando las olas que llegaban. Unos cuantos huesos abandonados en la orilla hablaban por sГ­ solos.

El capitГЎn del barco de contrabando se girГі hacia Г©l y sonriГі.

“Bienvenido a la Isla de los Prisioneros”.




CAPГЌTULO DOS


Para EstefanГ­a, el mundo parecГ­a inhГіspito sin Thanos allГ­. ParecГ­a frГ­o, a pesar del calor del sol. VacГ­o, a pesar del bullicio de gente que habГ­a alrededor del castillo. Miraba fijamente a la ciudad, y tranquilamente podrГ­a haberle prendido fuego, pues no significaba nada. Lo Гєnico que podГ­a hacer era sentarse al lado de las ventanas de sus aposentos, sintiГ©ndose como si alguien le hubiera arrancado el corazГіn.

QuizГЎs alguien lo harГ­a. A fin de cuentas, lo habГ­a arriesgado todo por Thanos. ВїCuГЎl era el castigo exacto por ayudar a un traidor? EstefanГ­a conocГ­a la respuesta a aquello, porque era la misma que a todo lo demГЎs en el Imperio: lo que el rey decidiera. No dudaba mucho de que querrГ­a su muerte por ello.

Una de sus doncellas le ofreciГі un reconfortante bГЎlsamo de hierbas. EstefanГ­a lo ignorГі, incluso cuando la chica lo dejГі sobre una pequeГ±a mesa de piedra que habГ­a a su lado.

“Mi señora”, dijo la chica. “Algunas de las demás… se preguntan.. ¿no deberíamos prepararnos para abandonar la ciudad?”

“Abandonar la ciudad”, dijo Estefanía. Escuchó lo plana y estúpida que sonó su propia voz.

“Es que… ¿no estamos en peligro? Con todo lo que ha sucedido… y todo lo que nos hizo hacer… para ayudar a Thanos”.

“¡Thanos!” El nombre la sacó de golpe de su estupor por un instante, para seguirle la ira a continuación. Estefanía cogió el brebaje de hierbas. “¡No te atrevas a mencionar su nombre, estúpida! Fuera de aquí. ¡Fuera de aquí!”

EstefanГ­a lanzГі la taza con su infusiГіn humeante. Su doncella la esquivГі, lo que ya fue irritante de por sГ­, pero el ruido de la taza al hacerse aГ±icos lo superГі con creces. El lГ­quido marrГіn se derramГі por la pared. EstefanГ­a lo ignorГі.

“¡Que nadie me moleste!” exclamó a la chica. “O haré que te arranquen la piel por ello”.

EstefanГ­a necesitaba estar a solas con sus pensamientos, aunque fueran unos pensamientos tan oscuros que una parte de ella deseara tirarse desde el balcГіn de sus aposentos solo para acabar con todo aquello. Thanos se habГ­a ido. Con todo lo que ella habГ­a hecho, por todo lo que ella habГ­a trabajado y Thanos se habГ­a ido. Antes de Г©l, ella nunca habГ­a creГ­do en el amor; estaba convencida de que era una flaqueza que solo te abrГ­a las puertas al dolor, pero con Г©l parecГ­a valer la pena arriesgarse. Ahora, resultaba que ella estaba en lo cierto. El amor solo facilitaba las cosas al mundo para que te hiciera daГ±o.

EstefanГ­a escuchГі el ruido de la puerta al abrirse y se girГі de nuevo, buscando algo mГЎs para lanzar.

“¡Dije que no me molestaran!” gritó antes de ver quién era.

“Esto no es ser muy agradecida”, dijo Lucio al entrar, “después de que mandé que te escoltaran hasta aquí con cuidado para asegurarme de que estarías a salvo”.

Lucio iba vestido como un prГ­ncipe de cuento, con terciopelo blanco trabajado con motivos de oro y piedras preciosas. Llevaba su puГ±al en el cinturГіn, pero se habГ­a quitado la armadura dorada y la espada. Incluso su pelo parecГ­a reciГ©n lavado, sin ninguna impureza de la ciudad. Para EstefanГ­a, tenГ­a mГЎs el aspecto de un hombre preparado para cantar canciones bajo la ventana que para organizar la defensa de la ciudad.

“Escoltarme”, dijo Estefanía con una sonrisa tensa. “Es una buena palabra para eso”.

“Me aseguré de que viajaras a salvo por las calles de nuestra ciudad rotas por la guerra”, dijo Lucio, “mis hombres se ocuparon de que no cayeras presa de los rebeldes, o de que no te secuestrara el asesino de tu marido. ¿Sabías que escapó?”

EstefanГ­a frunciГі el ceГ±o. ВїA quГ© estaba jugando Lucio?

“Por supuesto que lo sé”, contestó bruscamente Estefanía. Se puso de pie, pues no le gustaba que Lucio estuviera por encima de ella. “Yo estaba allí”.

Vio que Lucio levantaba una ceja fingiendo sorpresa. “¿Por qué, Estefanía, estás confesando que jugaste algún papel en la fuga de tu marido? Porque ninguna de las pruebas apunta en esa dirección”.

Estefanía lo miró guardando la compostura. “¿Qué hiciste?”

“Yo no hice nada”, dijo Lucio, que evidentemente estaba disfrutando mucho de todo aquello. “De hecho, he estado buscando arduamente la verdad del asunto. Muy arduamente”.

Lo que, para Lucio, significaba torturando a la gente. EstefanГ­a no se oponГ­a a la crueldad, pero desde luego no le producГ­a el placer que le producГ­a a Г©l.

Suspiró. “Déjate de jueguecitos. ¿Qué has hecho?”

Lucio encogió los hombros. “He procurado que las cosas fueran como yo quería”, dijo. “Cuando hable con mi padre, le diré que Thanos mató a unos cuantos guardias al fugarse, mientras otro confesó ayudarle por afinidad con los rebeldes. Desgraciadamente, no vivió para contar su historia de nuevo. Tenía el corazón débil”.

Era evidente que Lucio se habГ­a asegurado de que nadie que hubiera visto a EstefanГ­a allГ­ sobreviviera. Incluso EstefanГ­a sentГ­a repulsiГіn por la crueldad de todo aquello, aunque por otra parte ya estaba calculando en quГ© contexto la dejaba para todo lo demГЎs a ella.

“Desgraciadamente, parece ser que una de tus doncellas se vio atrapada en la conspiración”, dijo Lucio. “Al parecer, Thanos la sedujo”.

La ira estalló como un fogonazo dentro de Estefanía. “¡Son mis doncellas!”

No solo era por pensar que hirieran a las mujeres que la habían servido con tanta lealtad, aunque aquello ya era suficientemente malo. Era el pensar que Lucio osara hacer daño a alguien que era obviamente suya. No era solo pensar que hicieran daño a una de las que la habían servido, ¡era el insulto que aquello representaba!”

“Y de eso se trataba”, dijo Lucio. “Demasiada gente la había visto haciendo encargos para ti. Y cuando le ofrecí a la chica su vida a cambio de todo lo que supiera, se mostró muy servicial”.

Estefanía apartó la mirada. “¿Por qué haces todo esto, Lucio? Podrías haberme dejado marchar con Thanos”.

“Thanos no te merecía”, dijo Lucio. “En absoluto merecía ser feliz”.

“¿Y por qué encubres mi papel en ello?” preguntó Estefanía. “Podrías haberte mantenido alejado y ver cómo me ejecutaban”.

“Lo pensé”, confesó Lucio. “O al menos, pensé en preguntar al rey por ti cuando se lo contamos. Pero había muchas posibilidades de que te ejecutaran sin pensarlo dos veces, y no podíamos permitir eso”.

Solo Lucio podГ­a hablar de algo asГ­ tan abiertamente, o pensar que EstefanГ­a era algo que podГ­a pedir a su padre como si fuera una baratija preciosa. Solo pensar en ello le producГ­a grima.

“Pero entonces me pasó por la cabeza”, dijo Lucio, “que estoy disfrutando demasiado del juego entre nosotros para hacer algo así. De todas formas, no es así como te quiero. Quiero que seas mi igual, mi compañera. Verdaderamente mía”.

EstefanГ­a se dirigiГі hacia el balcГіn, sobre todo en busca de aire fresco. Desde tan cerca, el olor de Lucio era de una cara agua de rosas y perfumes claramente pensados para ocultar la sangre que habГ­a debajo de los sobreesfuerzos del resto del dГ­a.

“¿Qué estás diciendo?” preguntó Estefanía, aunque ya se hacía bien la idea de qué podría querer Lucio de ella. Ella misma se había preocupado de descubrir todo lo que podía de los demás de la corte, incluidos los gustos de Lucio.

Aunque quizГЎs no habГ­a hecho un trabajo tan bueno. No se habГ­a dado cuenta de que Lucio habГ­a estado sonsacando a su red de confidentes y espГ­as. Tampoco habГ­a averiguado las cosas que estaba haciendo Thanos, hasta que fue demasiado tarde.

Pero no podГ­a compararlos. Lucio no tenГ­a ninguna moral ni nada que lo detuviera en absoluto, siempre estaba buscando nuevas maneras de hacer daГ±o a los demГЎs. Thanos era fuerte y tenГ­a principios, era cariГ±oso y protector.

Pero Г©l habГ­a sido el que la habГ­a dejado. La habГ­a abandonado, sabiendo lo que pasarГ­a despuГ©s.

Lucio alargГі el brazo para coger su mano, agarrГЎndola de una forma mГЎs suave de lo que se podrГ­a esperar normalmente de Г©l. AГєn asГ­, EstefanГ­a tuvo que luchar para reprimir el ansia de encogerse cuando levantГі su mano para acercarla a los labios de Г©l, para besarle la parte interior de la muГ±eca, justo donde el pulso latГ­a.

“Lucio”, dijo Estefanía, apartando la mano. “Soy una mujer casada”.

“Rara vez pienso que eso sea un impedimento”, remarcó Lucio. “Y, para ser honesto, Estefanía, dudo que para ti lo fuera”.

Entonces la furia de Estefanía estalló de nuevo. “No sabes nada sobre mí”.

“Lo sé todo sobre ti”, dijo Lucio. “Y cuanto más veo, más sé que tú y yo somos perfectos el uno para el otro”.

EstefanГ­a se marchГі, pero Lucio la siguiГі. Evidentemente. A Г©l jamГЎs lo rechazaban.

“Piénsalo, Estefanía”, dijo Lucio. “Pensaba que tenías la cabeza hueca, pero después descubrí la tela de araña que habías tejido en Delos. ¿Sabes qué sentí entonces?”

“¿Rabia por haber estado haciendo el tonto?” sugirió Estefanía.

“Cuidado”, dijo Lucio. “No te gustaría que me enfadara contigo. No, sentí admiración. Antes pensaba que serías buena en la cama para una o dos noches. Después pensé que eras alguien que verdaderamente comprendía cómo funcionaba el mundo”.

Oh, EstefanГ­a lo comprendГ­a, mejor que nadie a quien alguien como Lucio pudiera conocer. Г‰l tenГ­a su posiciГіn, que lo protegГ­a de cualquier cosa con que se pudiera encontrar en el mundo. EstefanГ­a solo tenГ­a su inteligencia.

“Y decidiste que seríamos la pareja perfecta”, dijo Estefanía. “Entonces dime, ¿qué pensabas hacer acerca de mi matrimonio con Thanos?”

“Estas cosas se pueden dejar a un lado”, dijo Lucio, como si fuera tan sencillo como chasquear los dedos. “Después de lo que ha hecho, imaginaba que te alegrarías de liberarte de aquella ligadura”.

SerГ­a una ventaja que los sacerdotes se encargaran de ello, porque sino EstefanГ­a corrГ­a el peligro de que los crГ­menes de Thanos mancharan su imagen. Siempre serГ­a la mujer que estaba casada con el traidor, a pesar de que Lucio se habГ­a asegurado de que nadie la relacionara con los crГ­menes.

“O, si no deseas eso”, dijo Lucio, “estoy seguro de que no costará mucho asegurar su deceso. Al fin y al cabo, tú casi lo conseguiste. Sin importar donde haya ido, se podría pensar en otro sicario. Podrías estar de luto durante un… tiempo razonable. Estoy seguro de que el negro te quedaría bien. Estás hermosa con todo lo demás”.

HabГ­a algo en la mirada de Lucio que hacГ­a que EstefanГ­a se sintiera incГіmoda, como si intentara imaginar quГ© aspecto tendrГ­a sin llevar nada encima. Lo mirГі directamente a los ojos, intentando mantener un tono formal.

“¿Y después qué?” exigió ella.

“Y después te casas con un príncipe más apropiado”, dijo Lucio. “Piensa en todo lo que podríamos hacer juntos, con las cosas que tú sabes y las cosas que yo puedo hacer. Podríamos gobernar el Imperio juntos, y la rebelión jamás podría ni tocarnos. Debes admitirlo, seríamos una pareja encantadora”.

Entonces Estefanía se rio. No pudo evitarlo. “No, Lucio. No lo seríamos, porque yo no siento nada por ti más allá del desprecio. Eres un matón, y peor, eres la razón por la que lo he perdido todo. ¿Por qué iba a considerar casarme contigo?”

ObservГі que la expresiГіn de Lucio se endurecГ­a.

“Yo podría conseguir que lo hicieras”, remarcó Lucio. “Podría hacerte hacer lo que quisiera. ¿No crees que todavía podría dar a conocer tu parte en la fuga de Thanos? Quizás me quedé con aquella doncella tuya, como seguro”.

“¿Forzándome a casarme?” dijo Estefanía. ¿Qué clase de hombre haría eso?

Lucio extendió las manos. “No eres tan diferente a mí, Estefanía. Conoces las reglas del juego. Tú no querrías a un estúpido que viniera a ti con flores y joyas. Además, aprenderías a quererme. Quisieras o no”.

Volvió a alargar el brazo hacia ella, y Estefanía puso su mano sobre el pecho de él. “Tócame, y no saldrás de esta habitación con vida”.

“¿Quieres que desvele tu parte ayudando a escapar a Thanos?” preguntó.

“Olvidas tu propia parte”, dijo Estefanía. “A fin de cuentas, tú lo sabías todo. ¿Cómo reaccionaría el rey si se lo dijera?”

En aquel momento esperaba rabia por parte de Lucio, quizГЎs incluso violencia. En cambio, vio que sonreГ­a.

“Sabía que eras perfecta para mí”, dijo. Incluso en tu situación, encuentras el modo de contraatacar, y a la perfección. Juntos, no habrá nada que no podamos hacer. Sin embargo, sé que te llevará un tiempo darte cuenta de ello. Has pasado mucho”.

Sonaba exactamente como lo harГ­a un pretendiente preocupado, lo que hacГ­a que EstefanГ­a se fiara menos de Г©l.

“Piensa por un rato en todo lo que he dicho”, dijo Lucio. “Piensa en todo lo que podría ofrecerte un matrimonio conmigo. Sin duda, comparado con ser la mujer que estuvo casada con un traidor. Puede que todavía no me quieras, pero la gente como nosotros no toma decisiones basadas en este tipo de tonterías. Las tomamos porque somos superiores y reconocemos a los que son como nosotros solo con verlos”.

EstefanГ­a no era en absoluto como Lucio, pero sabГ­a que era mejor no decirlo. Solo querГ­a que se marchase.

“Mientras tanto”, dijo Lucio al ver que no contestaba, “tengo un regalo para ti. Aquella doncella tuya pensó que lo necesitarías. Me contó todo tipo de cosas sobre ti mientras suplicaba por su vida”.

SacГі un botellГ­n de la pequeГ±a bolsa que llevaba en el cinturГіn y lo dejГі encima de la mesa que habГ­a al lado de la ventana.

“Me habló de la razón por la que tuviste que irte corriendo del festival de la luna de sangre”, dijo Lucio. “De tu embarazo. Evidentemente nunca podría criar al hijo de Thanos. Bébete esto y no habrá ningún problema. En ningún sentido”.

EstefanГ­a deseaba arrojarle el botellГ­n. Lo cogiГі para hacerlo, pero Г©l ya habГ­a salido por la puerta.

Se disponГ­a a lanzГЎrselo de todos modos, pero se detuvo, se sentГі junto a la ventana y mirГі fijamente a travГ©s de ella.

Estaba despejado, el sol brillaba a travГ©s de ella de un modo que hacГ­a que pareciera mГЎs inocente de lo que era. Si bebГ­a aquello, serГ­a libre para casarse con Lucio, lo que era un pensamiento horrible. Pero que la situarГ­a en una de las posiciones mГЎs poderosas dentro del Imperio. Si bebГ­a aquello, el Гєltimo resto de Thanos desaparecerГ­a.

EstefanГ­a estaba allГ­ sentada, sin saber quГ© hacer y, lentamente, las lГЎgrimas empezaron a caer por sus mejillas.

QuizГЎs acabarГ­a bebiГ©ndoselo, despuГ©s de todo.




CAPГЌTULO TRES


Ceres luchaba desesperadamente por recuperar la conciencia, abriéndose camino entre los velos de oscuridad que la acorralaban, como una mujer que se está ahogando y agita brazos y piernas para salir del agua. Incluso ahora, podía escuchar los gritos de los que estaban muriendo. La emboscada. La batalla. Debía obligarse a despertar, o todo estaría perdido…

AbriГі los ojos de golpe y se levantГі, dispuesta a continuar con la lucha. Al menos, lo intentarГ­a. Algo le sujetaba las muГ±ecas y los tobillos, reteniГ©ndola. Finalmente el sueГ±o desapareciГі y Ceres vio donde estaba.

La rodeaban paredes de piedra, que trazaban una curva que apenas dejaba un espacio lo suficientemente grande para que Ceres se tumbara. No habГ­a cama, solo un suelo duro de piedra. Una pequeГ±a ventana con barrotes dejaba entrar la luz. Ceres sentГ­a el restrictivo peso del acero alrededor de sus muГ±ecas y tobillos, y vio el pesado soporte donde las cadenas la conectaban a la pared, la gruesa puerta amarrada con bandas de hierro que la proclamaban prisionera. La cadena desaparecГ­a a travГ©s de una ranura que habГ­a en la puerta, lo que sugerГ­a que podГ­an tirar de ella desde fuera, directa hacia el soporte, hasta dejarla pegada a la pared.

Ceres se llenГі de ira al verse atrapada de aquella manera. TirГі del soporte, simplemente para intentar arrancarlo con la fuerza que sus poderes le concedГ­an. No pasГі nada.

Era como si tuviera niebla dentro de su cabeza e intentara ver a travГ©s de ella hacia el paisaje que habГ­a mГЎs allГЎ. La luz del recuerdo parecГ­a abrirse camino a travГ©s de la niebla por aquГ­ y por allГ­, pero era algo fragmentado.

Recordaba las puertas de la ciudad abriéndose, los “rebeldes” haciéndoles señales con la mano para que entraran. Yendo al ataque, entregándolo todo en la que pensaban que sería la batalla clave para la ciudad.

Ceres se desplomГі hacia atrГЎs. Se hizo daГ±o y algunas de las heridas eran mГЎs profundas que las fГ­sicas.

“Alguien nos traicionó”, dijo Ceres en voz baja.

HabГ­an estado a punto de alcanzar la victoria, y alguien lo habГ­a revelado todo. Por dinero, o miedo, o por la necesidad de poder, alguien habГ­a revelado todo por lo que habГ­an estado trabajando y los habГ­a dirigido hacia una trampa.

Entonces Ceres lo recordГі. RecordГі ver al sobrino de Lord West con una flecha sobresaliendo de su garganta, la mirada de impotencia e incredulidad que habГ­a asomado en su rostro antes de caer de la silla.

Recordaba las flechas bloqueando el sol, las barricadas, el fuego.

Los hombres de Lord West habГ­an intentado disparar a los arqueros que los atacaban. Ceres habГ­a visto sus habilidades como arqueros a caballo durante su viaje a Delos, eran capaces de cazar con arcos pequeГ±os y disparar a todo galope si era necesario. Al disparar sus primeras flechas como respuesta, Ceres incluso se habГ­a atrevido a tener esperanza, porque parecГ­a que aquellos hombres serГ­an capaces de superar cualquier cosa.

Pero no lo hicieron. Con los arqueros de Lucio escondidos por los tejados, se habГ­an encontrado en clara desventaja. En algГєn momento del caos, ollas de fuego se habГ­an unido a las flechas, y Ceres habГ­a sentido el horror de ver que los hombres empezaban a arder. Solo Lucio podГ­a haber usado el fuego como arma en su propia ciudad, sin importarle si las llamas se extendГ­an a las casas de los alrededores. Ceres habГ­a visto a los caballos encabritarse, lanzando a los hombres que los montaban presos por el pГЎnico.

Ceres deberГ­a haberlos podido salvar. HabГ­a ido en busca del poder que habГ­a en su interior y solo encontrГі vacГ­o, un oscuro hueco donde deberГ­a haber habido la fuerza y el poder dispuestos para destruir a sus enemigos.

Incluso lo había buscado cuando su caballo corcoveó y la hizo caer…

Ceres forzГі a su mente a volver al presente, porque habГ­a algunos lugares de su memoria donde no querГ­a detenerse. Aunque el presente no era mucho mejor, porque fuera Ceres escuchaba los gritos de un hombre que era obvio que estaba muriendo.

Ceres se dirigiГі hacia la ventana, luchando hasta los lГ­mites que sus cadenas le permitГ­an. Incluso aquello era un esfuerzo. SentГ­a como si algo la hubiera rastreado por dentro, eliminando toda fuerza que hubiera tenido. ParecГ­a que apenas podГ­a estar de pie, mucho menos librarse de las cadenas que la sujetaban.

ConsiguiГі llegar hasta allГ­, agarrГЎndose a las barras como si pudiera arrancarlas. En realidad, casi era lo Гєnico que la sujetaba entonces. Cuando mirГі hacia el patio que habГ­a mГЎs allГЎ de su nueva celda, le hizo falta aquel apoyo.

Ceres vio allГ­ a los hombres de Lord West, en fila ante una hilera de soldados. Algunos todavГ­a llevaban lo que quedaba de su armadura aunque, en algunos casos, algunas piezas se habГ­an roto o habГ­an sido arrancadas y ninguno tenГ­a sus armas. TenГ­an las manos atadas y muchos estaban de rodillas. Aquella visiГіn era triste. Hablaba de su derrota mГЎs claramente de lo que cualquier otra cosa podrГ­a hacerlo.

Ceres reconociГі a otros de los que estaban allГ­, rebeldes, y ver aquellos rostros le trajo una reacciГіn aГєn mГЎs visceral. Los hombres de Lord West habГ­an venido con ella voluntariamente. HabГ­an arriesgado sus vidas por ella, y Ceres se sentГ­a responsable por ello, pero ella conocГ­a a los hombres y mujeres que habГ­a allГЎ abajo.

Vio a Anka. Anka estaba atada en el centro de todo aquello, tenГ­a los brazos atados detrГЎs de ella con una correa a un palo, lo suficientemente altos para que no pudiera sentarse o arrodillarse para descansar. Una cuerda a la altura de la garganta amenazaba con empezar a ahogarla cada vez que se atreviera a descansar. Ceres vio sangre en su cara, que se habГ­a quedado allГ­ con indiferencia, como si a ella no le importara en absoluto.

Aquella visiГіn fue suficiente para hacer que Ceres se sintiera mal. Ellos eran amigos, en algunos casos gente a la que Ceres hacГ­a aГ±os que conocГ­a. Algunos de ellos estaban heridos. Una rГЎfaga de ira recorriГі a Ceres ante aquello, porque nadie estaba intentando ayudarlos. En cambio, estaban de rodillas o de pie, tal y como hacГ­an los soldados.

Entonces estaba la visiГіn de las cosas que estaban allГ­ a la espera. Ceres no sabГ­a para quГ© eran muchas de ellas, pero a partir de las demГЎs lo podГ­a imaginar. HabГ­a palos para ensartar y bloques para decapitar, horcas y braseros con hierros calientes. Y mГЎs. Tanto que Ceres apenas podГ­a ni empezar a entender la mente que podГ­a decidir hacer todo aquello.

Entonces vio que Lucio estaba entre ellos, y lo supo. Aquello era culpa suya y, de alguna manera, culpa de ella. Si hubiera sido mГЎs rГЎpida para cazarlo cuando Г©l lanzГі su reto. Si hubiera encontrado alguna forma de matarlo antes de aquello.

Lucio estaba encima del soldado que estaba gritando, haciendo girar una espada que tenГ­a clavada hasta provocarle un nuevo sonido de agonГ­a. Ceres vio una pequeГ±a multitud de torturadores y verdugos con capuchas negras a su alrededor, que observaban como si estuvieran tomando nota, o posiblemente solo apreciando a alguien con un retorcido don para su profesiГіn. Ceres deseaba poder ir hasta allГ­ y matarlos a todos.

Lucio alzГі la vista y Ceres notГі el instante en que sus ojos se encontraron con los de ella. Era algo parecido al tipo de cosas sobre las que cantaban los poetas, cuando las miradas de los amantes se cruzaban en una habitaciГіn, solo que en ambos lados solo habГ­a odio. En aquel instante, Ceres hubiera matado a Lucio como hubiera podido, y veГ­a lo que Lucio le tenГ­a guardado.

Vio que su sonrisa se extendГ­a lentamente por su rostro, y le dio un Гєltimo giro a la espada, con la mirada todavГ­a puesta en Ceres, antes de ponerse derecho y secarse distraГ­damente sus manos ensangrentadas en un trozo de tela. Estaba de pie como un actor que estГЎ a punto de soltar un discurso a un pГєblico que espera. Para Ceres, simplemente parecГ­a un asesino.

“Todo hombre y mujer que hay aquí es un traidor”, manifestó Lucio. “Pero creo que todos sabemos que no es culpa vuestra. Habéis sido engañados. Corrompidos por otros. Corrompidos por una en particular”.

Ceres vio que lanzaba otra mirada en su direcciГіn.

“Por eso voy a ofrecer clemencia a los mediocres que estéis aquí. Arrastraos hasta mí. Suplicad que os esclavice y se os permitirá vivir. El Imperio siempre necesita más burros de carga”.

Nadie se moviГі. Ceres no sabГ­a si sentirse orgullosa o gritarles para que aceptaran la oferta. Al fin y al cabo, tenГ­an que saber lo que les venГ­a encima.

“¿No?” dijo Lucio, con un toque de sorpresa en su tono. Ceres pensó que, quizás, él verdaderamente esperaba que todos se entregaran por propia voluntad a la esclavitud para salvar sus vidas. Quizás él no comprendía de qué iba la rebelión, o que había algunas cosas peores que la muerte. “¿Nadie?”

Ceres vio que la pretensiГіn de sosegado control desaparecГ­a entonces de Г©l como una mГЎscara, dejando al descubierto lo que habГ­a debajo.

“¡Esto es lo que sucede cuando los estúpidos como vosotros empiezan a escuchar a la escoria que os quiere engañar!” dijo Lucio. “¡Olvidáis cuál es vuestro lugar! ¡Olvidáis que hay consecuencias para todo lo que vosotros, los campesinos, hacéis! Bien, os voy a recordar que hay consecuencias. Vais a morir, hasta el último de vosotros, y lo haréis en modos sobre los que la gente hablará cada vez que piensen en traicionar a sus superiores. Y, para asegurarme de ello, voy a traer aquí a vuestras familias para que miren. ¡Voy a quemar sus míseras chozas para hacerlos salir y voy a hacer que presten atención mientras vosotros gritáis!”

TambiГ©n lo harГ­a; Ceres no tenГ­a ninguna duda de ello. Vio que seГ±alaba a uno de los soldados, y a continuaciГіn a uno de los aparatos que estaban a la espera.

“Empezad con este. Empezad con cualquiera de ellos. Solo aseguraos de que todos sufren antes de morir”. Señaló con el dedo hacia la celda de Ceres. “Y aseguraos de que ella es la última. Haced que vea morir hasta al último de ellos. Quiero que esto la vuelva loca. Quiero que comprenda simplemente lo inútil que es realmente, sin importar toda la sangre de los Antiguos de la que presume ante sus hombres”.

Entonces Ceres se echГі hacia atrГЎs y se apartГі de las barras, pero debГ­a haber hombres esperando al otro lado de la puerta, porque las cadenas de sus muГ±ecas y tobillos se tensaron, arrastrГЎndola hasta la pared y tumbГЎndola de tal modo que no podГ­a moverse ni unos milГ­metros en ninguna direcciГіn. En absoluto podГ­a apartar la mirada de la ventana, a travГ©s de la que vio a uno de los verdugos comprobando si un hacha estaba afilada.

“No”, dijo, intentando llenarse de una seguridad que en aquel momento no sentía. “No, no dejaré que esto suceda. Encontraré la manera de pararlo”.

Entonces no se limitГі a buscar su poder en su interior. Se sumergiГі en el lugar donde normalmente hubiera encontrado la energГ­a que la estaba esperando. Ceres se obligГі a perseguir el estado mental que habГ­a aprendido del Pueblo del Bosque. Fue en busca del poder que habГ­a ganado con la misma seguridad que si estuviera persiguiendo a un animal escondido.

Pero continuaba tan esquivo como si lo fuera. Ceres probГі todo lo que se le ocurrГ­a. IntentГі calmarse. IntentГі recordar las sensaciones que habГ­a tenido antes de usar su poder. IntentГі forzarlo para que fluyera a travГ©s de ella con el esfuerzo de la voluntad. A la desesperada, Ceres incluso intentГі rogГЎrselo, convencerlo como si realmente fuera un ser separado, mГЎs que un simple fragmento de ella.

Nada de aquello funcionГі, y Ceres se lanzГі contra las cadenas que la sujetaban. SintiГі que se clavaban en sus muГ±ecas y tobillos mientras se lanzaba hacia delante, pero no pudo ganar mГЎs espacio que la distancia de un brazo.

Ceres deberГ­a haber sido capaz de romper el acero con facilidad. DeberГ­a haber sido capaz de liberarse y salvar a todos los que estaban allГ­. DeberГ­a, pero en aquel instante no podГ­a, y lo peor es que ni tan solo sabГ­a por quГ©. ВїPor quГ© los poderes que tanto habГ­a usado ya la abandonaban tan de repente? ВїPor quГ© habГ­a llegado a esto?

ВїPor quГ© no podГ­a hacerle hacer lo que ella querГ­a? Ceres notГі que unas lГЎgrimas tocaban el filo de sus ojos mientras ella luchaba desesperadamente por poder hacer algo. Por poder ayudar.

Fuera empezaron las ejecuciones y Ceres no pudo hacer nada por detenerlas.

Lo que era peor, sabГ­a que cuando Lucio acabara con los que habГ­a allГ­ fuera, a continuaciГіn le tocarГ­a a ella.




CAPГЌTULO CUATRO


Sartes despertГі, dispuesto a luchar. IntentГі ponerse de pie, renegГі al no poder y una figura de aspecto duro que estaba delante de Г©l lo empujГі con su bota.

“¿Crees que tienes espacio para moverte aquí?” dijo bruscamente.

El hombre llevaba la cabeza afeitada y tenГ­a tatuajes, le faltaba un dedo por alguna que otra pelea. Hubo un tiempo en el que Sartes seguramente se hubiera estremecido por el miedo al ver a un hombre asГ­. Pero esto era antes del ejГ©rcito y la rebeliГіn que le habГ­a seguido. Era antes de ver el aspecto real que tenГ­a el mal.

AllГ­ habГ­a otros hombres, embutidos en un espacio con las paredes de madera, con la Гєnica luz que entraba de unas pocas grietas. Fue suficiente para que Sartes pudiera ver y lo que vio distaba mucho de ser esperanzador. El hombre que habГ­a delante de Г©l era el que tenГ­a un aspecto menos duro de los que habГ­a allГ­, y solo la cantidad de ellos bastГі para que, por un instante, Sartes sintiera miedo, y no solo por lo que pudieran hacerle a Г©l. ВїQuГ© se podГ­a esperar si estaba atrapado en un espacio con hombres como aquellos?

Tuvo la sensaciГіn de que estaban en movimiento, y Sartes se arriesgГі a dar la espalda a la multitud de matones para poder mirar a travГ©s de una de las grietas de las paredes de madera. Fuera, vio que pasaban por un paisaje polvoriento y rocoso. No reconocГ­a la zona, pero Вїa quГ© distancia podГ­an estar de Delos?

“Una carreta”, dijo. “Estamos en una carreta”.

“Escuchad al chico”, dijo el hombre de la cabeza afeitada. Representó una escandalosa aproximación de la voz de Sartes, alejada de ser en absoluto reconocida. “Estamos en una carreta. El chico es un verdadero genio. Bueno, genio, ¿y si cierras la boca? Sería una pena que continuáramos nuestro viaje hacia las canteras de alquitrán sin ti”.

“¿Las canteras de alquitrán? dijo Sartes y vio que una ráfaga de ira cruzaba el rostro del otro hombre.

“Creo que te dije que te callaras”, dijo bruscamente el matón. “Quizás si hago que te tragues unos cuantos dientes de una patada, lo recordarás”.

Otro hombre se desperezó. El espacio limitado apenas parecía suficiente para albergarlo. “Al único que oigo hablar aquí es a ti. ¿Por qué no cerráis los dos el pico?”

La rapidez con que lo hizo el hombre de la cabeza afeitada le dijo mucho a Sartes de lo peligroso que era aquel otro hombre. Sartes dudaba de que pudiera encontrar algГєn amigo en un momento asГ­, pero del ejГ©rcito sabГ­a que los hombres asГ­ no tenГ­an ningГєn amigo: tenГ­an parГЎsitos y tenГ­an vГ­ctimas.

Era difГ­cil mantenerse en silencio ahora que sabГ­a hacia donde se dirigГ­an. Las canteras de alquitrГЎn eran uno de los peores castigos que tenГ­a el Imperio; tan peligroso y desagradable que aquellos a los que enviaban allГ­ tenГ­an suerte si sobrevivГ­an un aГ±o. Eran lugares calurosos, mortales, donde se podГ­an ver los huesos de dragones muertos sobresaliendo del suelo, y los guardias ni siquiera se lo pensaban cuando arrojaban a un prisionero enfermo o a punto de desmayarse en el alquitrГЎn.

Sartes intentaba recordar cГіmo habГ­a llegado allГ­. HabГ­a estado explorando para la rebeliГіn, intentando encontrar una puerta que permitiera entrar a Ceres a la ciudad con los hombres de Lord West. La habГ­a encontrado. Sartes recordaba el jГєbilo que sintiГі entonces, porque era perfecta. HabГ­a vuelto corriendo para intentar contГЎrselo a los demГЎs.

Estaba muy cerca cuando aquel tipo oculto con una capa lo agarrГі; tan cerca que casi podГ­a sentir que tocaba la entrada del escondite de la rebeliГіn si estiraba el brazo. Se habГ­a sentido como si estuviera por fin a salvo, y se lo habГ­an arrebatado.

“Lady Estefanía le manda saludos”.

Las palabras resonaban en la memoria de Sartes. HabГ­an sido las Гєltimas palabras que escuchГі antes de que lo golpearan hasta dejarlo inconsciente. A la vez le estaban diciendo quiГ©n hacГ­a aquello y quГ© habГ­a fracasado. Le habГ­an dejado tenerlo muy cerca para despuГ©s quitГЎrselo.

HabГ­a dejado a Ceres y a los demГЎs sin la informaciГіn que Sartes habГ­a conseguido encontrar. Estaba preocupado por su hermana, por su padre, por Anka, y por la rebeliГіn, sin saber quГ© sucederГ­a sin la puerta que Г©l habГ­a logrado encontrar para ellos. ВїConseguirГ­an entrar en la ciudad sin su ayuda?

Lo habГ­an conseguido, se corrigiГі Sartes, porque entonces, de un modo u otro, ya estarГ­a hecho. HabrГ­an encontrado otra puerta, o un camino alternativo para entrar en la ciudad, Вїverdad? Seguro que sГ­, porque ВїcuГЎl era la alternativa?

Sartes no quería pensar en ello, pero era imposible evitarlo. La alternativa era que podrían haber fracasado. En el mejor de los casos, puede ser que pensaran que no podrían entrar sin tomar una puerta, y quedaran atrapados allí mientras el ejército avanzaba. En el peor de los casos… en el peor de los casos, puede que ya estuvieran muertos.

Sartes negГі con la cabeza. No iba a creer aquello. No podГ­a. Ceres encontrarГ­a el modo de superar todo aquello, y ganar. Anka era mГЎs ingeniosa que cualquier persona que jamГЎs hubiera conocido. Su padre era fuerte y firme, mientras que los otros rebeldes tenГ­an la determinaciГіn que les daba el saber que su causa era honrada. EncontrarГ­an la manera de vencer.

Sartes debГ­a pensar que lo que le estaba sucediendo a Г©l tambiГ©n era temporal. Los rebeldes ganarГ­an, lo que significaba que capturarГ­an a EstefanГ­a y ella les contarГ­a lo que habГ­a hecho. IrГ­an a por Г©l, como su padre y Anka hicieron cuando se habГ­a quedado atrapado en el campamento del ejГ©rcito.

Pero a quГ© lugar tendrГ­an que venir. Sartes echГі un vistazo mientras la carreta avanzaba dando tumbos a travГ©s del paisaje, y vio que la llanura daba paso a canteras y a un entorno rocoso, a charcos burbujeantes de oscuridad y calor. Incluso desde donde Г©l estaba, sentГ­a el olor penetrante y amargo del alquitrГЎn.

HabГ­a gente allГ­, trabajando en filas. Sartes vio que estaban encadenados por parejas mientras excavaban el alquitrГЎn con cubos y lo recogГ­an para que otros pudieran usarlo. Vio que los guardias estaban encima de ellos con lГЎtigos y, mientras Sartes miraba, un hombre se desplomГі a causa de la paliza que estaba recibiendo. Los guardias le quitaron la cadena y de una patada lo arrojaron al hoyo de alquitrГЎn mГЎs cercano. El alquitrГЎn tardГі un buen rato en tragarse sus gritos.

Entonces Sartes quiso apartar la vista, pero no pudo. No podГ­a desviar la mirada de todo aquel horror. De las jaulas que habГ­a al aire libre y que evidentemente eran las casas de los prisioneros. De los guardias que los trataban como si fueran poco mГЎs que animales.

ObservГі hasta que la carreta se detuvo de forma abrupta, y los soldados la abrieron con armas en una mano y cadenas en la otra.

“Prisioneros fuera”, gritó uno. “¡Fuera, o prenderé fuego a la carreta con vosotros dentro, escoria!”

Arrastrando los pies, Sartes saliГі a la luz con los demГЎs, y ahora pudo internalizar aquel horror por completo. Los gases de aquel lugar eran casi abrumadores. Las canteras de alquitrГЎn que los rodeaban burbujeaban con unas combinaciones extraГ±as e impredecibles. Mientras Sartes estaba mirando, un trozo de tierra que estaba cerca de una de las canteras cediГі y cayГі dentro del alquitrГЎn.

“Estas son las canteras de alquitrán”, anunció el soldado que había hablado. “No os molestéis en acostumbraros a ellas. Habréis muerto mucho antes de que esto suceda”.

Lo peor, intuГ­a Sartes mientras le colocaban un grillete en el tobillo, era que era posible que tuviera razГіn.




CAPГЌTULO CINCO


Thanos deslizГі su pequeГ±a barca por la pizarra de la playa, apartando la vista de los grilletes que estaban allГ­ colocados bajo la lГ­nea de la marea. Se dirigiГі hacia la playa, sintiГ©ndose expuesto a cada paso que daba sobre la roca gris del lugar. SerГ­a demasiado fГЎcil que lo vieran allГ­, e indudablemente Thanos no querГ­a ser visto en un lugar como aquel.

SubiГі con dificultad por un camino y se detuvo, sintiendo rabia e indignaciГіn a la vez al ver lo que habГ­a a lo largo de cada lado del camino. AllГ­ habГ­a artefactos, horcas y pinchos, ruedas y patГ­bulos, evidentemente todos destinados a dar una muerte desagradable a aquellos que estaban allГ­ dentro. Thanos habГ­a oГ­do hablar de la Isla de los Prisioneros, pero aГєn asГ­, lo perverso de aquel lugar hacГ­a que deseara eliminarlo.

ContinuГі subiendo por el camino, pensando en lo que supondrГ­a para cualquier persona que la llevaran allГ­, acorralado por paredes rocosas y sabiendo que lo Гєnico que le aguardaba era la muerte. ВїRealmente Ceres habГ­a terminado en aquel lugar? Solo pensar en ello, hacГ­a que a Thanos se le encogiera el estГіmago.

MГЎs adelante, Thanos escuchaba aullidos, gritos y lloros que tanto podГ­an proceder de un animal como de un humano. HabГ­a algo en aquel ruido que lo paralizaba, su cuerpo le decГ­a que estuviera preparado para la violencia. Se apartГі a toda prisa del camino y sacГі la cabeza por encima del nivel de las piedras que le obstruГ­an la visiГіn.

Lo que vio mГЎs allГЎ le hizo fijar la mirada. Un hombre estaba corriendo, sus pies descalzos dejaban manchas de sangre sobre el suelo de piedra. La ropa que llevaba estaba rasgada y rota, una manga le colgaba del hombro, un gran jirГіn en la espalda mostraba la herida que habГ­a debajo. TenГ­a el pelo despeinado y la barba todavГ­a mГЎs. Solo el hecho de que su ropa era de seda daba a entender que no habГ­a vivido en estado salvaje toda su vida.

El hombre que lo perseguГ­a, de todos modos, parecГ­a todavГ­a mГЎs salvaje y habГ­a algo en Г©l que hacГ­a sentir a Thanos como la presa de un gran animal con solo mirarlo. Llevaba una mezcla de pieles que parecГ­a que hubiera robado de una docena de sitios diferentes, y tenГ­a el rostro manchado de barro con un dibujo que hacГ­a sospechar a Thanos que estuviera pensado para permitirle camuflarse en el bosque. Llevaba un garrote y un puГ±al corto, y los alaridos que emitГ­a mientras perseguГ­a al otro hombre hacГ­an que a Thanos se le erizara el vello.

Por instinto, Thanos fue hacia delante. No podГ­a quedarse quieto y ver cГіmo asesinaban a alguien, incluso aquГ­, donde todos habГ­an sido enviados por cometer algГєn crimen. Fue a toda prisa por la cuesta, y bajГі a toda velocidad hacia un lugar donde los dos pasarГ­an corriendo. El primero de los hombres lo esquivГі. El segundo se detuvo mostrando sus dientes afilados al sonreГ­r.

“Parece que hay alguien más a quien cazar”, dijo, y se lanzó sobre Thanos.

Thanos reaccionГі con la velocidad que le permitГ­a un largo entrenamiento, moviГ©ndose para evitar el primer golpe de cuchillo. El garrote le alcanzГі el hombro, pero ignorГі el dolor. GirГі el puГ±o de forma brusca y rГЎpida, sintiendo el impacto al tocar la mandГ­bula del otro hombre. El hombre salvaje cayГі, inconsciente, antes de tocar el suelo.

Thanos echГі un vistazo alrededor, y vio que el primer hombre lo estaba mirando fijamente.

“No te preocupes”, dijo Thanos, “no te haré daño. Me llamo Thanos”.

“Herek”, dijo el otro hombre. Para Thanos, su voz sonaba oxidada, como si no hubiera hablado con nadie durante mucho tiempo. “Yo…”

Se escuchГі otra voz procedente de atrГЎs, de la zona arbolada de la isla. Esta parecГ­a ser el conjunto de muchas voces unidas en algo que incluso Thanos pensГі que era aterrador.

“Rápido, por aquí”.

El otro hombre agarrГі a Thanos por el brazo y tirГі de Г©l hasta llevarlo a una serie de rocas mГЎs grandes. Thanos lo siguiГі, se agachГі en un sitio en el que no podГ­a ser visto desde el camino principal, pero desde donde todavГ­a podГ­an detectar las seГ±ales de peligro. Thanos sentГ­a el miedo del otro hombre mientras estaban agachados, e intentaba estar lo mГЎs tranquilo posible.

Thanos deseaba haber cogido el cuchillo del hombre que habГ­a derribado, pero ahora ya era demasiado tarde para ello. En cambio, solo podГ­a quedarse allГ­ mientras esperaban que otros cazadores bajaran al lugar donde ellos habГ­an estado.

Vio que se acercaban en grupo, y no habГ­a dos iguales. Todos llevaban armas que evidentemente habГ­an hecho con lo que tenГ­an a mano, mientras que los que aГєn llevaban algo mГЎs que simples trozos de ropa vestГ­an una extraГ±a mezcla de cosas que era obvio que habГ­an sido robadas. AllГ­ habГ­a hombres y mujeres, que parecГ­an hambrientos y peligrosos, medio muertos de hambre y violentos.

Thanos vio que una de las mujeres daba un golpe con el pie al hombre que estaba inconsciente. SintiГі escalofrГ­os por el miedo, porque si el hombre despertaba, podrГ­a contarles a los demГЎs lo que habГ­a sucedido y aquello harГ­a que se pusieran a buscar.

Pero no despertГі, pues la mujer se arrodillГі y le cortГі el cuello.

Thanos se puso tenso ante aquello. Herek, que estaba a su lado, le puso una mano sobre el brazo.

“Los Abandonados no tienen tiempo para flaquezas de ningún tipo”, susurró. “Asedian a todo el que pueden, porque los que hay en la fortaleza no les dan nada”.

“¿Son prisioneros?” preguntó Thanos.

“Aquí todos somos prisioneros”, respondió Herek. “Incluso los guardias son simples prisioneros que llegaron arriba del todo, y que disfrutan de la crueldad lo suficiente para hacer el trabajo del Imperio. Pero tú no eres un prisionero, ¿verdad? No tienes el aspecto de alguien que ha pasado por la fortaleza”.

“No lo soy”, confesó Thanos. “Este lugar… ¿esto lo hacen unos prisioneros a otros prisioneros?”

Lo peor era que podГ­a imaginarlo. Era el tipo de cosa que el rey, su padre, podГ­a pensar. Poner prisioneros en una especie de infierno y darles la oportunidad de evitar mГЎs dolor solo si eran ellos los que lo provocaban.

“Los Abandonados son los peores”, dijo Herek. “Si los prisioneros no se rinden, se enojan muchísimo o se ponen muy tozudos, si no trabajan o contraatacan demasiado, los arrojan aquí sin nada. Los carceleros los persiguen. La mayoría suplican que los devuelvan”.

Thanos no querГ­a pensar en aquello, pero debГ­a hacerlo, porque Ceres podГ­a estar allГ­. SeguГ­a con la mirada al grupo de prisioneros salvajes mientras continuaba susurrando a Herek.

“Estoy buscando a alguien”, dijo Thanos. “Podrían haberla traído aquí. Se llama Ceres. Luchó en el Stade”.

“La princesa combatiente”, respondió Herek con un susurro. “La vi luchar en el Stade. Pero no, si la hubieran traído aquí, lo hubiera sabido. Les gusta hacer desfilar a los recién llegados delante nuestro, para que vean lo que les espera. Me acordaría de ella”.

El corazón de Thanos se hundió como una piedra lanzada en un estanque. él había estado muy seguro de que Ceres estaría aquí. Había puesto todo su empeño en llegar aquí, solo porque era la única pista que tenía de su paradero. Si no estaba allí… ¿dónde podía haber ido?

La esperanza que tenГ­a habГ­a empezado a irse gota a gota, con tanta certeza como que habГ­a sangre en los pies de Herek, donde las piedras se los habГ­an cortado.

La sangre que los Abandonados estaban mirando con atención en ese preciso instante, siguiendo su rastro…

“¡Corre!” exclamó Thanos, la prisa venció a su sufrimiento mientras arrastraba a Herek con él.

Fue con dificultad por el suelo de piedras roto, en direcciГіn a la fortaleza simplemente porque imaginaba que los que los perseguГ­an no querrГ­an ir en esa direcciГіn. Sin embargo, los siguieron y Thanos tuvo que arrastrar a Herek para que continuara corriendo.

Una lanza pasГі rГЎpidamente cerca de su cabeza y Thanos se encogiГі, pero no se detuvo. EchГі una mirada hacia atrГЎs y vio que las delgadas siluetas de los prisioneros se estaban acercando, que iban a por ellos como si fueran una manada de lobos. Thanos sabГ­a que debГ­a dar la vuelta y luchar, pero no tenГ­a armas. Como mucho, podГ­a coger alguna piedra.

Unas figuras con pieles oscuras y cotas de malla salieron de detrГЎs de unas rocas que habГ­a mГЎs adelante, sosteniendo unos arcos. Thanos reaccionГі instintivamente y tirГі a Herek, junto con Г©l, al suelo.

Las flechas pasaron volando por encima de sus cabezas, y Thanos vio que un grupo de prisioneros salvajes caГ­an como maГ­z cortado. Uno dio la vuelta para escapar, y una flecha le alcanzГі en la espalda.

Thanos se puso de pie y tres hombres se acercaron a ellos caminando. El que iba delante tenГ­a el pelo canoso y era flaco, se colocГі el arco en la espalda al acercarse y sacГі un cuchillo largo.

“¿Eres el príncipe Thanos?” preguntó mientras se acercaba.

En aquel instante, Thanos supo que lo habГ­an traicionado. El capitГЎn contrabandista habГ­a revelado su presencia, ya fuera a cambio de oro o simplemente para evitar problemas.

Hizo un esfuerzo por mantenerse erguido. “Sí, soy Thanos”, dijo. “¿Y tú quién eres?”

“Yo soy Elsio, el carcelero de este lugar. Antes me llamaban Elsio el Carnicero. Elsio el Asesino. Ahora aquellos a los que mato merecen ese destino”.

Thanos habГ­a oГ­do hablar de aquel nombre. Era un hombre que aquellos niГ±os con los que habГ­a crecido usaban para asustarse entre ellos, el de un noble que habГ­a matado y matado hasta el punto que incluso el Imperio pensaba que era demasiado cruel para estar libre. Inventaban historias sobre las cosas que habГ­a hecho a aquellos que atrapaba. Por lo menos, Thanos esperaba que fueran inventadas.

“¿Vas a intentar matarme ahora?”

Thanos intentГі sonar desafiante, aunque no tenГ­a armas.

“Oh no, mi príncipe, tengo planes mucho mejores para usted. Sin embargo, su compañero…”

Thanos vio que Herek intentaba ponerse de pie, pero no fue lo suficientemente rГЎpido. El lГ­der se acercГі y lo apuГ±alГі con una rГЎpida eficiencia, la espada salГ­a y entraba una y otra vez del hombre. SujetГі a Herek, como para evitar que muriera antes de que Г©l hubiera acabado.

Finalmente, dejГі caer el cadГЎver del prisionero. Cuando mirГі a Thanos, su cara era un rictus que apenas tenГ­a nada de humano.

“¿Qué se siente, Príncipe Thanos, al convertirse en prisionero?”, preguntó.




CAPГЌTULO SEIS


A Lucio le encantaba el olor de las casas ardiendo. HabГ­a algo reconfortante en ello, algo que hacГ­a crecer en Г©l la emociГіn ante todo lo que estaba por llegar.

“Esperémoslos”, dijo, desde encima de su gran caballo de guerra.

A su alrededor, sus hombres estaban esparcidos rodeando las casas que estaban quemando. En realidad, apenas eran casas, solo chozas de campesinos tan pobres que no valГ­a la pena ni saquearlas. QuizГЎs despuГ©s buscarГ­an entre las cenizas.

Pero, de momento, tocaba divertirse.

Lucio vio un destello de movimiento cuando las primeras personas salГ­an gritando de sus casas. SeГ±alГі con su mano cubierta con un guantelete, la luz del sol caГ­a sobre el oro de su armadura.

“¡Allí!”

Dio un golpe con el talГіn a su caballo para que corriera, levantГі una lanza y la arrojГі hacia una de las figuras que escapaban. A su lado, sus hombres atrapaban a hombres y mujeres, les daban hachazos y los mataban, solo los dejaban vivir de vez en cuando, cuando parecГ­a evidente que valdrГ­an mГЎs en los mercados de esclavos.

Lucio habГ­a descubierto que quemar una aldea era un arte. Era importante no limitarse a entrar como una tromba a ciegas y prenderle fuego a todo. Eso era lo que hacГ­an los aficionados. Entrar a toda prisa sin preparaciГіn, y la gente simplemente escapaba. Si quemaban las cosas en el orden equivocado, cabГ­a la posibilidad de que se olvidaran los objetos de valor. Si dejaban demasiadas rutas de escape, las filas de esclavos serГ­an mГЎs cortas de lo que deberГ­an ser.

La clave estaba en la preparaciГіn. HabГ­a hecho que sus hombres se colocaran formando un cordГіn fuera de la aldea justo antes de que Г©l entrara luciendo su, oh, visible armadura. Algunos campesinos habГ­an escapado tan solo verlo, y a Lucio aquello le habГ­a encantado. Estaba bien que le temieran. A Г©l le tocaba que lo hicieran.

Ahora estaban en la siguiente fase, en la que quemaban algunas de las casas menos valiosas. Evidentemente, desde arriba, arrojando antorchas al techo de paja. La gente no podГ­a correr si quemabas sus escondites a ras del suelo y, si no corrГ­an, no habГ­a diversiГіn.

Más tarde, habría más saqueo tradicional, seguido de tortura para aquellos que eran sospechosos de simpatizar con los rebeldes, o que simplemente podrían estar escondiendo objetos de valor. Y después, por supuesto, las ejecuciones. Lucio sonreía al pensarlo. Normalmente, solo daba ejemplos. Sin embargo, hoy iba a ser más… exhaustivo.

Pensaba en EstefanГ­a mientras atravesaba a caballo la aldea, desenfundando su espada para dar hachazos a diestro y siniestro. Normalmente, no hubiera reaccionado bien ante alguien que lo rechazara del modo en que ella lo hizo. Si alguna de las mujeres jГіvenes de la aldea lo intentaba, Lucio probablemente harГ­a que les arrancaran la piel vivas, mГЎs que simplemente llevarlas a las canteras de esclavos.

Pero EstefanГ­a era diferente. No solo porque era hermosa y elegante. Cuando pensaba que no era mГЎs que eso, tan solo pensaba en la idea de meterla en cintura como si se tratara de una espectacular mascota.

Ahora que habГ­a resultado ser mГЎs que eso, Lucio vio que sus sentimientos estaban cambiando, se estaban convirtiendo en algo mГЎs. No era tan solo el ornamento perfecto para un futuro rey; era alguien que comprendГ­a cГіmo funcionaba el mundo, y que estaba preparada para conspirar con tal de conseguir lo que querГ­a.

Esto era por lo que, en gran medida, Lucio la habГ­a dejado marchar; disfrutaba mucho del juego que habГ­a entre ellos. La habГ­a puesto contra las cuerdas y ella habГ­a deseado hundirlo junto con ella. Se preguntaba cuГЎl serГ­a su prГіxima jugada.

DespertГі de sus pensamientos al ver que dos de sus hombres estaban reteniendo a una familia a punta de espada: un hombre gordo, una mujer mayor y tres niГ±os.

“¿Por qué respiran todavía?” preguntó Lucio.

“Su alteza”, suplicó el hombre, “por favor. Mi familia siempre hemos sido los súbditos más leales a su padre. No tenemos nada que ver con la rebelión”.

“¿Así que está diciendo que me equivoco?” preguntó Lucio.

“Somos leales, su alteza. Por favor”.

Lucio inclinó la cabeza a un lado. “Muy bien, en vista de vuestra lealtad, seré generoso. Dejaré que viva uno de vuestros hijos. Incluso dejaré que escojáis cuál. De hecho, os lo ordeno”.

“P-pero… no podemos escoger entre nuestros hijos”, dijo el hombre.

Lucio se dirigió a sus hombres. “¿Lo veis?” Aunque se lo ordene, no obedecen. Matadlos a todos y no me hagáis perder más el tiempo de este modo. Todos los que están en este aldea deben ser asesinados o puestos en filas de esclavos. No hagáis que tenga que repetirlo.

Se dirigiГі cabalgando hacia donde vio mГЎs edificios en llamas mientras se empezaban a oГ­r gritos tras Г©l. Realmente, aquella estaba resultando una hermosa maГ±ana.




CAPГЌTULO SIETE


“¡Trabajad más rápido, pandilla de vagos!” gritó el guardia, y Sartes hizo un gesto de dolor por el escozor del látigo en su espalda. Si hubiera podido, hubiera dado la vuelta y se hubiera enfrentado al guardia, pero sin un arma, era suicida.

En lugar de un arma, tenГ­a un cubo. Estaba encadenado a otro prisionero, debГ­a recoger el alquitrГЎn y verterlo en grandes barriles para llevГЎrselo de las canteras, donde se pudiese usar para sellar barcos y tejados, forrar los adoquines mГЎs lisos y para impermeabilizar las paredes. Era un trabajo duro, y tener que hacerlo encadenado a otra persona lo hacГ­a mГЎs complicado.

El chico al que estaba encadenado no era mГЎs grande que Sartes y se veГ­a mucho mГЎs delgado. Sartes todavГ­a no sabГ­a su nombre, porque los guardias castigaban a todo el que hablaba demasiado. Sartes pensГі que probablemente pensarГ­an que estaban tramando una revuelta. Viendo a algunos de los hombres que habГ­a a su alrededor, quizГЎs tenГ­an razГіn.

Las canteras de alquitrГЎn eran un lugar al que se mandaba a las peores personas de Delos y eso se notaba. Peleaban por la comida, o simplemente para ver quiГ©n era el mГЎs duro, aunque ninguno de ellos duraba mucho tiempo. Siempre que los guardias vigilaban, los hombres agachaban sus cabezas. A los que no lo hacГ­an rГЎpidamente, los azotaban o los arrojaban al alquitrГЎn.

El chico que estaba hora encadenado a Sartes no parecГ­a tener nada en comГєn con muchos de los otros que estaban allГ­. Era delgado como un palo y larguirucho, parecГ­a que podГ­a romperse por el esfuerzo de arrastrar alquitrГЎn. TenГ­a la piel sucia por ello y cubierta de quemaduras donde el alquitrГЎn la habГ­a tocado.

Una nube de gas saliГі descontrolada del hoyo. Sartes consiguiГі aguantar la respiraciГіn, pero su compaГ±ero no tuvo tanta suerte. EmpezГі a escupir y toser, y Sartes notГі el tirГіn en la cadena mientras se tambaleaba antes de ver que empezaba a caer.

Sartes no tuvo ni que pensarlo. TirГі su cubo y se lanzГі hacia delante con la esperanza de ser lo suficientemente rГЎpido. SintiГі que sus dedos se cerraban alrededor del brazo del chico, tan delgado que los dedos de Sartes lo rodeaban por completo como si fueran un segundo grillete.

El chico cayГі hacia el alquitrГЎn y Sartes lo apartГі de Г©l de un tirГіn. Sartes sintiГі la temperatura que habГ­a allГ­ y estuvo a punto de retroceder al sentir que le ardГ­a la piel. Pero en cambio, siguiГі sujetando al otro chico, sin soltarlo hasta que consiguiГі dejarlo en suelo firme.

El chico tosГ­a y balbuceaba, pero parecГ­a estar intentando formar palabras.

“Ya está”, le aseguró Sartes. “Estás bien. No intentes hablar”.

“Gracias”, dijo. “Ayúdame… a… levantarme. Los guardias…”

“¿Qué pasa por ahí?” vociferó un guardia, enfatizándolo con un golpe de látigo que hizo gritar a Sartes. “¿Por qué estáis haciendo el vago?”

“Fue por los gases”, dijo Sartes. “Por un instante lo debilitaron”.

Esto le valiГі otro azote. Entonces Sartes deseaba tener un arma. Algo con lo que pudiera contraatacar, pero tan solo tenГ­a su cubo, y habГ­a demasiados guardias para aquello. Desde luego, Ceres probablemente hubiera encontrado un modo de luchar contra todos con Г©l, y pensar en ello le hizo sonreГ­r.

“Cuando quiera que hables, te lo diré”, dijo el soldado. Dio una patada al chico que Sartes había salvado. “Tú, arriba. Si no puedes trabajar, no sirves para nada. Si no sirves para nada, puedes meterte en el alquitrán como todos los demás”.

“Puede estar de pie”, dijo Sartes y rápidamente ayudó al otro chico para que lo hiciera. “Mire, está bien. Solo fueron los gases”.

Esta vez no le importГі que el soldado le golpeara, porque al menos querГ­a decir que no estaba azotando al otro chico.

“Entonces volved al trabajo, los dos. Ya habéis perdido suficiente tiempo”.

Volvieron a recoger alquitrГЎn y Sartes hizo lo posible por recoger todo el que podГ­a, porque evidentemente el otro chico no estaba lo suficientemente todavГ­a para hacer mucho.

“Me llamo Sartes”, dijo con un susurro, sin dejar de mirar a los guardias.

“Bryant”, le contestó con un susurro el otro chico, aunque parecía nervioso al hacerlo. Sartes lo oyó toser otra vez. “Gracias, me salvaste la vida. Si alguna vez te lo puedo devolver, lo haré”.

Se quedГі callado cuando los guardias volvieron a pasar por allГ­.

“Los gases son malos”, dijo Sartes, sobre todo para hacer que continuara hablando.

“Se comen tus pulmones”, respondió Bryant. “Incluso algunos de los guardias mueren”.

Lo dijo como si fuera algo normal, pero Sartes no veГ­a nada normal en ello.

Sartes miró al otro chico. “No pareces un criminal”.

Vio una mirada de dolor en el rostro del chico. “Mi familia… el Príncipe Lucio vino a nuestra granja y la quemó. Mató a mis padres. Se llevó a mi hermana. A mí me trajo aquí sin ninguna razón”.

A Sartes le sonaba mucho aquella historia. Lucio era malvado. Usaba cualquier excusa para provocar desgracia. Destrozaba familias solo porque podГ­a hacerlo.

“Entonces ¿por qué no buscas justicia?” sugirió Sartes. Siguió sacando alquitrán del hoyo, para asegurarse de que ningún guardia se acercaba.

El otro chico lo miró como si estuviera loco. “¿Cómo voy a hacer eso? Solo soy una persona”.

“La rebelión son muchos más que una persona”, puntualizó Sartes.

“Como si les importara lo que me pase a mí”, replicó Bryant. “Ni siquiera saben que estamos aquí”.

“Entonces tendremos que ir hasta ellos”, respondió Sartes con un susurro.

Sartes vio que el pГЎnico se apoderaba del rostro del otro chico.

“No podemos. Solo por hablar de fuga, los guardias nos colgarán por encima del alquitrán y nos irán metiendo en él poco a poco. Lo he visto. Nos matarán”.

“¿Y qué pasará si nos quedamos aquí?” preguntó Sartes. “Si hubieras estado encadenado a otro hoy, ¿qué hubiera pasado?”

Bryant negó con la cabeza. “Pero están los hoyos de alquitrán y los guardias, y estoy seguro de que hay trampas. Los otros prisioneros tampoco ayudarían”.

“Pero estás pensando en ello, ¿verdad?” dijo Sartes. “Sí, habrá riesgos, pero un riesgo es mejor que la certeza de que vas a morir”.

“¿Y cómo se supone que lo haríamos?” preguntó Bryant. Durante la noche nos meten en jaulas, y durante todo el día nos encadenan juntos”.

Por lo menos, Sartes tenía una respuesta para aquello. “Entonces escapemos juntos. Busquemos el momento adecuado. Confía en mí, sé cómo salir de situaciones malas”.

No dijo que aquello serГ­a peor que cualquier cosa con la que hubiera tenido que lidiar antes, ni tampoco le contГі que apenas tenГ­an posibilidades. No tenГ­a por quГ© asustar a Bryant mГЎs de lo que ya estaba, pero debГ­an marcharse.

Si se quedaban mГЎs tiempo, ninguno de ellos sobrevivirГ­a.




CAPГЌTULO OCHO


Thanos se sentГ­a tan tenso como un animal a punto de saltar mientras caminaba en medio del trГ­o de prisioneros, de nuevo en direcciГіn a la fortaleza que dominaba la isla. Buscaba una ruta de escape a cada paso que daba, pero a campo abierto, y con los arcos que llevaban sus captores, no habГ­a ninguna.

“Vamos a ser sensatos”, dijo Elsio tras él. “No te diré que tu destino será mejor si vienes con nosotros, pero durarás más tiempo. No puedes escapar hacia ningún sitio en la isla excepto hacia los Abandonados, y yo te atraparé mucho antes de eso”.

“En ese caso, debería hacerlo, y hacerlo rápido”, dijo Thanos, intentando ocultar su sorpresa porque el otro hombre le había leído con tanta facilidad las intenciones. “Una flecha por la espalda no será para tanto”.

“Ni peor que un golpe de espada”, dijo Elsio. “Oh sí, hemos oído hablar de ello, incluso aquí. Los guardias nos dan noticias cuando nos traen gente nueva para que los castiguemos. Pero créeme, si te cazo, no será nada rápido. Ahora, sigue caminando, prisionero”.

AsГ­ lo hizo Thanos, pero sabГ­a que no podГ­a llegar hasta la parte de la isla donde estaba la fortaleza. Si lo hacГ­a, nunca volverГ­a a ver la luz del sol. El mejor momento para escapar siempre era pronto, cuando todavГ­a tenГ­as fuerza. Por eso, Thanos continuГі mirando a su alrededor, para intentar evaluar el terreno, y su momento.

“No funcionará”, dijo Elsio. “Conozco a los hombres. Sé lo que harán. Es sorprendente lo que aprendes mientras los estás hiriendo. Creo que entonces ves sus verdaderas almas”.

“¿Sabes lo que pienso?” preguntó Thanos.

“Cuéntame. Estoy seguro de que el insulto me alegrará el día. Y a ti te causará dolor”.

“Creo que eres un cobarde”, dijo Thanos. “He oído hablar de tus crímenes. Unos pocos asesinatos de personas que no podían defenderse. Eres patético”.

Thanos escuchГі una risa detrГЎs de Г©l.

“Oh, ¿eso es lo mejor que puedes hacer?” dijo Elsio. “Estoy ofendido. ¿Qué intentabas hacer, conseguir que me acercara para poder atacar? ¿De verdad crees que soy tan estúpido? Vosotros dos, sujetadlo. Príncipe Thanos, si te mueves, te atravesaré algún lugar doloroso con una flecha”.

Thanos sintiГі los brazos de los dos guardias alrededor de los suyos, sujetГЎndolo con fuerza para que no se moviera. Eran hombres fuertes, que evidentemente estaban acostumbrados a tratar con prisioneros rebeldes. Thanos sintiГі cГіmo se ponГ­a de cara a Elsio de un giro, que sujetaba su arco completamente a su altura, preparado para disparar.

Tal y como Thanos esperaba.

Entonces Thanos intentГі escapar de los guardias que lo sujetaban y escuchГі que Elsio se reГ­a.

“No dirás que no te lo advertí”.

EscuchГі la vibraciГіn de la cuerda del arco, pero Thanos no intentГі liberarse del modo en que podrГ­an haber esperado. En cambio, dio un giro, arrastrando a uno de los guardias hasta la trayectoria de la flecha, sintiendo que la conmociГіn se apoderaba del otro hombre cuando una punta de flecha aparecГ­a al otro lado de su pecho.

Thanos notГі que el guardia lo soltaba para agarrar la flecha, y no lo dudГі. Se lanzГі contra el otro guardia, le arrebatГі el cuchillo que llevaba en el cinturГіn y se lo clavГі a Elsio. Con los dos enredados entre ellos, agarrГі el arco del guardia moribundo para arrebatarle todas las flechas que pudo mientras escapaba.

Thanos fue haciendo zigzag por encima de las piedras rotas, yendo a toda velocidad hacia el refugio mГЎs cercano. Probablemente, le salvГі la vida el no volver corriendo en direcciГіn a su barco todavГ­a e ir, en cambio, hasta los ГЎrboles.

“¡En esa dirección solo están los Abandonados!” exclamó Elsio tras él.

Thanos se agachГі cuando una flecha pasГі como un soplido por su cabeza. Se acercГі lo suficiente para despeinarlo. El asesino que lo perseguГ­a dio un buen tiro.

Thanos atacГі, sin apenas mirar. Si paraba durante mucho tiempo para apuntar bien, no tenГ­a ninguna duda de que pronto lo matarГ­a una de las flechas que pasaban como un destello mientras corrГ­a. O peor, podГ­a resultar tan herido que Elsio podrГ­a alcanzarlo y arrastrarlo hasta el lado fortificado de la isla.

Thanos se metiГі detrГЎs de una roca, al escuchar que una flecha se escapaba. DisparГі de nuevo, echГі a correr para detenerse despuГ©s, el instinto le hizo esperar a que una flecha pasara a toda velocidad.

Ahora corrГ­a a toda velocidad hacia los ГЎrboles. Intentaba que su carrera fuera impredecible, pero sobre todo, se concentraba en la velocidad. Cuanto mГЎs rГЎpido pudiera llegar para cubrirse bajo los ГЎrboles, mejor. DisparГі otra flecha sin mirar, se apartГі a un lado por instinto y evitГі otra flecha y, a continuaciГіn, se lanzГі detrГЎs del ГЎrbol que estaba mГЎs cerca justo cuando una vara perforГі su tronco.

Thanos se detuvo por un momento a escuchar. Por encima del latido de su corazГіn, podГ­a oГ­r a Elsio dando Гіrdenes.

“Id a buscar más carceleros”, ordenó. “Yo continuaré buscando al príncipe”.

Thanos empezГі a arrastrarse entre los ГЎrboles. SabГ­a que tenГ­a que ganar terreno ahora, antes de que vinieran mГЎs guardias armados. Unos cuantos de ellos podrГ­an rodearlo fГЎcilmente. Entonces no podrГ­a escapar, por muy bien que luchara.

Pero todavГ­a debГ­a ser cauteloso. Escuchaba que Elsio estaba en algГєn lugar tras Г©l, entre el crujido de ramas y alguna que otra ramita que se rompГ­a. El hombre todavГ­a tenГ­a su arco y ya habГ­a demostrado que estaba deseando usarla.

“Sé que puedes oírme”, dijo Elsio detrás de él. Su tono era familiar, como si hablar así con el hombre al que estaba intentando matar fuera lo más normal del mundo. “Tú eres un príncipe y habrás cazado, por supuesto”.

Thanos no respondiГі.

“Oh, ya sé”, dijo Elsio. “No quieres revelar tu posición. Quieres quedarte perfectamente escondido y esperar a perderme de vista. Todos aquellos a quienes perseguí lo intentaban. Tampoco les funcionó”.

Una flecha saliГі de entre los ГЎrboles, Thanos se agachГі y no le tocГі por poco. Г‰l disparГі tambiГ©n y echГі a correr entre los ГЎrboles.

“Aún mejor”, respondió Elsio. “Asegúrate de que los Abandonados no te cogen. A mí me temen. Tú… tú solo eres una presa”.

Thanos lo ignorГі y siguiГі corriendo, dando vueltas y giros aleatorios hasta estar seguro de que habГ­a suficiente distancia entre Г©l y su perseguidor.

Se detuvo. Ya no escuchaba a Elsio. Sin embargo, oГ­a el ruido de alguien que lanzaba insultos, medio enfadado y medio lloroso. AvanzГі con cuidado, desconfiado. No se fiaba de nada allГ­.

LlegГі al lГ­mite de un pequeГ±o claro. Para su sorpresa, en Г©l habГ­a una mujer colgada del revГ©s por el tobillo, atrapada en un lazo. Su pelo oscuro estaba recogido en una trenza que colgaba por debajo de ella, rozando el suelo. VestГ­a unos rudos calzones cortos y la tГєnica de un marinero, atada con un cinto. Y, desde luego, blasfemaba como un marinero mientras intentaba desenredarse de la cuerda que la sujetaba, sin Г©xito aparente.

Todo su instinto le decГ­a a Thanos que aquello era parte de alguna trampa mayor. O era una estratagema intencionada para hacerle perder velocidad o, como poco, los insultos de la mujer atraerГ­an rГЎpidamente a los Abandonados.

Pero Г©l no podГ­a dejarla de aquel modo. Thanos entrГі en el claro, con el cuchillo que llevaba alzado.

“¿Quién eres tú?” preguntó la mujer. “¡No te acerques, escoria espantacabras de los Abandonados! Si tuviera mi espada…”

“Será mejor que te calles antes de que atraigas a todos los prisioneros hasta aquí”, dijo Thanos mientras le cortaba su lazo. “Me llamo Thanos”.

“Felene”, respondió la mujer. “¿Qué estás haciendo aquí, Thanos?”

“Escapando de unos hombres que quieren matarme, intentando volver a mi barco”, dijo Thanos. Una idea le asaltó y empezó a recolocar el lazo.

“¿Tienes un barco?” dijo Felene. Thanos se dio cuenta de que mantenía las distancias. “¿Una manera de fugarse de esta roca del demonio? Entonces creo que vendré contigo”.

Thanos negó con la cabeza. “No creo que quieras quedarte cerca de mí. La gente que me está persiguiendo pronto estará aquí”.

“No será peor de lo que me he encontrado aquí hasta el momento”.

Thanos negó con la cabeza de nuevo. “Lo siento, pero no te conozco. No estás en esta isla por nada. Por lo que yo sé, me apuñalarás por la espalda tan pronto como tengas la oportunidad”.

ParecГ­a que la mujer querГ­a discutir, pero un ruido le hizo alzar la vista como un cervatillo sorprendido y se adentrГі en los ГЎrboles a toda velocidad.

Thanos siguiГі su ejemplo y se escondiГі detrГЎs de unos ГЎrboles. Vio aparecer a Elsio en el claro, con el arco desenfundado. Thanos echГі mano del que habГ­a cogido y se dio cuenta de que no le quedaban flechas. Al no tener ninguna opciГіn mejor, saliГі del ГЎrbol detrГЎs del que estaba escondido.

“Pensaba que serías mejor presa”, dijo Elsio.

“Acércate más y verás lo peligroso que puedo ser”, respondió Thanos.

“Oh, esto no funciona así”, respondió Elsio, pero dio un paso adelante de todos modos.

Thanos escuchГі el chasquido del nudo al atraparlo, y vio que Elsio caГ­a hacia atrГЎs. Las flechas cayeron de su aljaba. Thanos las cogiГі y marchГі en direcciГіn a los ГЎrboles. Ya podГ­a escuchar el ruido de los otros al acercarse: los Abandonados o los carceleros, eso daba igual.

Thanos iba a toda velocidad entre los ГЎrboles, ahora que no lo seguГ­an y podГ­a dirigirse hacia su barca. Le pareciГі entrever siluetas entre el follaje y, tras Г©l, Thanos escuchГі un grito que solo podГ­a venir de Elsio.

Uno de los Abandonados apareciГі de los ГЎrboles que habГ­a cerca de Thanos y se lanzГі hacia delante. Thanos deberГ­a haber imaginado que no podГ­a esperar esquivarlos a todos. El hombre blandГ­a un hacha que parecГ­a estar hecha del hueso de la pierna de un enemigo muerto. Thanos consiguiГі meterse dentro de su oscilaciГіn y lo apuГ±alГі, lo empujГі y continuГі corriendo.

Ahora escuchaba a mГЎs, a travГ©s de los ГЎrboles se oГ­an gritos de caza. ApareciГі en campo abierto y vio a un grupo de carceleros de Elsio que se acercaban por la otra direcciГіn. El corazГіn de Thanos daba golpes cuando, tras Г©l, al menos una docena de figuras con armaduras hechas pedazos aparecieron de entre los ГЎrboles. Thanos golpeГі a la derecha, esquivГі a una figura que iba a por Г©l, y continuГі corriendo mientras los dos grupos chocaban entre ellos.

Algunos continuaban persiguiГ©ndole, pero Thanos vio que mГЎs estaban luchando entre ellos. Vio a los Abandonados colisionar con los carceleros y quebrarse contra ellos. Ellos tenГ­an la bravura, pero los que venГ­an del lado fortificado de la isla tenГ­an armaduras de verdad y armas mejores. Thanos dudaba que tuvieran alguna posibilidad de ganar, y no estaba seguro de querer que lo hicieran.

Rodeó las rocas de la isla como un rayo, intentando encontrar el camino de vuelta a su barca. Si pudiese llegar hasta allí… bien, sería difícil, pues los contrabandistas lo habían traicionado, pero encontraría la manera de salir de la isla.

La parte difГ­cil era intentar encontrar su camino. Si hubiera corrido de vuelta directo por la ruta que habГ­a tomado al principio, retrocediendo sobre sus pasos, hubiera sido fГЎcil encontrarla, pero no hubiera habido modo de burlar a los hombres que lo perseguГ­an. Thanos tampoco se atrevГ­a a parar completamente, aunque los ruidos de caza tras Г©l habГ­an dado paso a ruidos de batalla.

Le pareció reconocer el principio del camino que llevaba a la playa y fue a toda prisa por él, con los ojos bien abiertos ante posibles emboscadas. Allí no parecía haber nadie. Solo un poco más adelante y estaría de vuelta en su barca, podría…

GirГі la esquina que llevaba a la playa y se detuvo. Uno de los Abandonados, enorme y musculoso, estaba allГ­. Estaba de pie sobre la barca de Thanos o, al menos, sobre lo que quedaba de ella. Mientras Thanos miraba, el prisionero le dio un golpe con una espada que parecГ­a un palillo en sus manos, destrozando algunas de las tablas que quedaban.

A Thanos se le encogiГі el corazГіn.

Ahora no habГ­a salida.




CAPГЌTULO NUEVE


Cuando Lucio volviГі al castillo, todavГ­a continuaban las ejecuciones. AsГ­ debГ­a ser. No querГ­a que sus hombres acabaran muy rГЎpido con eso. QuerГ­a estar allГ­ para disfrutarlo.

Pero deseaba aГєn mГЎs que Ceres estuviera allГ­ para verlo cuanto mГЎs tiempo mejor. Lucio se asegurГі de alzar la vista hacia su ventana, donde sabГ­a que estarГ­a quieta y encadenada, obligada a contemplar la escena todo el tiempo posible. HabГ­a cierta satisfacciГіn en ello.

Mucha mГЎs de la que habГ­a en mirar al patio donde iban a tener lugar las ejecuciones. AllГ­, los hombres y las mujeres estaban arrodillados en claras filas, mientras los verdugos se movГ­an entre ellos con hachas. Mientras estaba mirando, vio que uno empujaba a un hombre contra el suelo, levantaba el hacha en alto por encima de su cabeza y la blandГ­a dibujando un arco limpio que acabГі con la cabeza rodando por el suelo.

“¿Esto qué es?” preguntó Lucio, levantando la voz por la rabia. Como mucho había estado fuera una o dos horas. Pero parecía que una fila entera de los hombres de Lord West ya había sido asesinada, prácticamente todos ellos decapitados.

“Solo estamos haciendo lo que usted nos dijo, su alteza”, dijo el verdugo. “Ejecutar a estos hombres”.

“¡Y no lo podéis hacer peor!” dijo Lucio bruscamente. O más bien, lo estaban haciendo bastante mal. “¿Decapitándolos? ¡Quiero que sufran! Quiero que seáis ingeniosos. ¿No os dije que usarais todos los métodos de ejecución que se os ocurrieran?”

“Muchos de los hombres de Lord West han remarcado que son nobles”, explicó el verdugo. “Y que como tales, tienen el derecho de escoger la muerte por espada o hacha en lugar de…”

Entonces Lucio le golpeГі, hundiendo su mano cubierta de armadura en el estГіmago del hombre. El verdugo era un hombre grande, pero Lucio parecГ­a ser el doble que Г©l tras el golpe tan fuerte que le dio. Lucio le arrebatГі el hacha de las manos con un movimiento rГЎpido y, a continuaciГіn, la clavГі en la espalda del verdugo. Cuando cayГі, entre gritos, Lucio la arrancГі de un tirГіn.

“¡No tienen derechos más allá de los que yo diga que tienen! E incluso con un hacha, deberíais ser capaces de darles una muerte horrorosa. ¡Así, dejad que os lo muestre!”

VolviГі a golpearlo, una y otra vez, dando hachazos al verdugo hasta asegurarse de que los demГЎs entendГ­an a quГ© se enfrentaban si no obedecГ­an.




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